En un post anterior abordamos el tema de poner límites y explicamos que debería basarse en identificar las propias necesidades y en establecer prioridades acordes a ellas.

En este post nos referiremos a por qué es tan difícil establecer límites, que está relacionado con el vínculo emocional que podamos sentir con la persona que cruza nuestra frontera, dando la impresión de que es nuestra obligación cumplir con sus demandas.

El ataque no suele venir del vecino del cuarto, sino de alguien a quien sentimos cercano, bien sea en la familia, en nuestras actividades sociales, el trabajo o la escuela, y eso es lo que complica las cosas.

Podemos sentir que poner el límite (que básicamente consiste en decir que no a una petición que nos crea un sentimiento de incomodidad), nos enviará inmediatamente al rincón donde se sientan los egoístas y los desagradecidos. La persona que avasalla, bien sea consciente o inconscientemente, lo sabe y usa este poder para generar ese sentimiento debilitante conocido como “culpa.”

Para evitar sentirnos culpables tendemos a ceder ante cosas que no deseamos hacer porque no queremos que la persona esté triste o se enfade con nosotros.

En terapia, cuando llegamos a este punto, trabajamos sobre cómo desarrollar habilidades para resistir el sentimiento de culpa, dejar que nos invada y decirle adiós. También trabajamos en el refuerzo de la auto-confianza para quererse a uno o una misma más que a la persona que trata de usarnos.

Si algo de esto te suena y crees que serías más feliz poniendo límites pero te da miedo o no sabes hacerlo, escríbenos. Veremos cómo podemos manejar tu situación.